Ciclo Histórico: La Agricultura
Dos agriculturas diferentes conviven hoy en
el Paraguay. La empresarial que atrae capitales, innovaciones
tecnológicas y se integra con fuerza al mercado global; y la campesina
que desde los tiempos de la Independencia no pudo despegar a causa de
los vaivenes de la política.
La preocupación por mejorar la técnica productiva en la agricultura no
es exclusiva de los tiempos actuales. Hace casi 200 años, la Junta
Superior Gubernativa no solo se proponía aumentar la producción
agrícola, sino además dejar de lado el método utilizado en el período
colonial, caracterizado por el arado rústico (por lo general, una rama
gruesa con vástagos divergentes), una yunta de bueyes y la ausencia de
abono.
Sin embargo, este propósito no se concretó ni en aquel
entonces ni en la época de Don Carlos Antonio López. En 1847, Juan
Andrés Gelly reconocía en un artículo de “El Semanario” que las cosechas
“parecen debidas más bien al vigor espontáneo de la naturaleza que al
trabajo e industria del hombre”.
Según el Dr. Emiliano
Alarcón -experto en temas agrícolas y autor de varios libros sobre el
sector rural- durante el periodo que le tocó gobernar al Dr. Gaspar
Rodríguez de Francia, la agricultura campesina tomó cierto impulso pero
no evolucionó. “En las chacras cada uno producía lo que necesitaba para
su consumo porque Francia no permitía la exportación de los productos
agrícolas. Si había excedentes, se perdían”, señala.
Alarcón
comenta que a inicios del siglo XIX los productos agrícolas principales
eran el algodón y el tabaco, seguidos de la mandioca, maíz y el maní. La
yerba mate nunca fue un cultivo de los campesinos, estuvo supeditada a
los grandes terratenientes que tenían grandes extensiones de montes de
donde se la extraía.
Respecto al algodón, el cierre comercial
y la imposibilidad de importar telas en la época francista obligaron a
un intenso cultivo de este producto para fabricar tejidos con los cuales
la población pudiera confeccionar sus vestimentas.
“En
cuanto a las hortalizas, si bien entraron con los colonizadores
españoles, la gente del campo no estaba acostumbrada a consumirlas,
fenómeno que prácticamente siguió hasta épocas recientes. Sólo se
utilizaban la cebolla, ajo, un poco de perejil y el repollo perenne que
se echaba al locro o a los caldos”, indica Alarcón.
Nuevamente la exportación
Con
Don Carlos Antonio López la agricultura floreció. El gobierno mostró
mucho interés en desarrollar rubros exportables como el tabaco y el
algodón. Documentos de la época dan cuenta que en 1860 se exportaron
5.115.925 libras de tabaco y 6.000.000 de cigarros paraguayos.
“La
Guerra contra la Triple Alianza destruyó todo, aunque siempre se trató
de proteger a la agricultura por ser fundamental para la subsistencia. A
medida que iban escaseando los hombres, las mujeres se hacían cargo de
los cultivos, pero después todos marcharon con el ejército y las chacras
quedaron abandonadas. Al terminar la guerra hubo una diáspora, la gente
fue transportada en ferrocarril a sus pueblos y muchos murieron de
hambre porque no había nada que comer”, apunta.
Impulso del petit grain
A
la guerra siguió un periodo de anarquía política sin que ningún
gobierno pensara con seriedad en los agricultores. Así, en el proceso de
reconstrucción entran en escena nuevos productos como el petit grain,
un cultivo muy importante para los pequeños productores y que se
desarrolló muy fuerte desde 1870 hasta finales del siglo XIX.
Alarcón
dice que en 1896 se puso en funcionamiento la Escuela Nacional de
Agricultura, bajo la dirección del sabio Moisés Bertoni. Tuvo una
efímera existencia pero de ella egresaron los primeros agrónomos. Uno de
ellos fue Juan Aranda Giménez, que puede ser considerado como el padre
de la fruticultura en el Paraguay.
Llegada de inmigrantes
“Paulatinamente
comenzó a llegar una importante inmigración de Europa, aunque no todos
eligieron la agricultura como actividad. En el 1900 colonos alemanes se
instalaron en Hohenau y luego en la Colonia Obligado en 1912, en
Itapúa. Si bien se dedicaron a la agricultura, ellos vivían aislados del
país, hablaban su idioma y vestían sus ropas típicas. No hubo
integración y tampoco transferencia de sus conocimientos al agricultor
paraguayo, por lo menos en forma inmediata. Lo mismo ocurrió con los
menonitas, que comenzaron a llegar a finales de la década del 20, y con
los japoneses, que se instalaron en el país en 1936 en La Colmena y más
tarde en Pirapó”, refiere el Dr. Alarcón.
La naranja
paraguaya también tuvo su momento de esplendor. Entre 1910 y hasta 1940
se exportaba principalmente a la Argentina. En el Paraguay había grandes
naranjales cuyos frutos eran transportados por mujeres, “las
naranjeras”, hasta el puerto de Villeta. De ahí se llevaban en chatas a
las ciudades argentinas.
El cultivo a gran escala de
hortalizas recién vino en los años 60, especialmente de la mano de
colonos japoneses y también de algunos agricultores paraguayos.
“En
líneas generales el agricultor paraguayo siguió sumido en la pobreza y
labrando la tierra con herramientas precarias, en prácticamente todo el
siglo XX, marcado por revoluciones y la Guerra del Chaco”, asegura
Alarcón.
Instituciones para el agro
Aires
de renovación llegaron a partir de la década del 40 con la creación del
Instituto Agronómico Nacional y el Servicio Técnico Interamericano de
Cooperación Agrícola, con apoyo de Estados Unidos. Recién con estas
instituciones comenzó la asistencia técnica a los campesinos paraguayos.
Al
Cnel. Rafael Franco se le debe la creación del Ministerio de
Agricultura, uno de sus primeros actos al llegar al poder en 1936. Luego
bajo la presidencia de José Félix Estigarribia esta cartera se
convierte en Ministerio de Agricultura, Comercio e Industria. En 1950 el
Dr. Federico Chaves separó ambos ministerios creando el de Agricultura y
Ganadería; y el de Industria y Comercio.
Pese a estas
instituciones -sigue Alarcón-, prácticamente nunca hubo una política
seria para el campesinado. Hasta hoy se habla de la reforma agraria y
del combate a la pobreza en el sector rural. Cada administración
inaugura un plan estratégico, y así el agricultor campesino siempre
estuvo supeditado a los vaivenes de la política.
(continuará...)
A
inicios del siglo XIX los productos agrícolas principales eran el
algodón y el tabaco, seguidos de la mandioca, maíz y el maní. La yerba
mate nunca fue un cultivo de los campesinos, estuvo supeditada a los
grandes terratenientes.
La Guerra contra la Triple Alianza
destruyó todo, aunque siempre se trató de proteger a la agricultura por
ser fundamental para la subsistencia. A medida que iban escaseando los
hombres, las mujeres se hacían cargo de los cultivos.
En líneas
generales, el agricultor paraguayo siguió sumido en la pobreza y
labrando la tierra con herramientas precarias en prácticamente todo el
siglo XX, muy marcado por las revoluciones y la contienda del Chaco.
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